El cáncer de vejiga es el cuarto cáncer urológico más común en los hombres y el segundo cáncer más frecuente en el tracto urinario. El cáncer de vejiga comienza cuando las células de la vejiga urinaria comienzan a crecer sin control. A medida que se desarrollan más células cancerosas, pueden formar un tumor y diseminarse a otras áreas del cuerpo. En el momento del diagnóstico, el 70% de los pacientes padecen cáncer de vejiga sin invasión muscular. 

Se desconocen las causas del cáncer de vejiga, pero se pueden identificar algunos factores de riesgo posibles, que pueden promover su aparición: 

Fumar es el factor de riesgo más importante. La incidencia del cáncer de vejiga está directamente relacionada con la cantidad de años de exposición, el número de cigarrillos fumados y el hecho de haber comenzado a fumar a una edad temprana. 

La exposición crónica a ciertas sustancias, en particular, a los derivados del benceno y las aminas aromáticas puede desarrollar el cáncer de vejiga. 

La esquistosomiasis urinaria, una infección parasitaria endémica en África, Asia y América del Sur, se asocia con el desarrollo de cáncer de vejiga de células escamosas. 

Un gran porcentaje de carcinomas uroteliales del tracto urinario superior (60%) son invasivos al momento del diagnóstico. Diagnosticar los carcinomas uroteliales del tracto urinario superior, especialmente en los primeros estadios, es complicado y en muchos casos, fortuito. Los síntomas típicos del cáncer de vejiga, como por ejemplo, la hematuria y el dolor en un costado, no son suficientemente específicos y la masa lumbar solo se puede detectar entre el 10 a 20 por ciento de todos los casos y refleja un estadio tumoral avanzado. 

Síntomas del cáncer de vejiga 

Aunque el cáncer de vejiga puede ser completamente asintomático al inicio, uno de los síntomas del cáncer de vejiga es la macrohematuria (sangre en la orina). Ante la sospecha de cáncer de vejiga, los procedimientos de diagnóstico utilizados son la ecografía, la radiología (urografía y TAC), la resonancia magnética y los métodos endoscópicos, como por ejemplo, la cistoscopia. Esta última consiste en introducir un instrumento de fibra óptica en la vejiga a través del tracto urinario para evaluar el interior de la vejiga y si fuera necesario, tomar muestras del tejido sospechoso para su posterior análisis. Otra herramienta complementaria para diagnosticar el cáncer de vejiga es la citología urinaria, que sirve para detectar células del cáncer de vejiga en una muestra de orina. La TAC, la TEP y la centellografía ósea también son útiles para evaluar si el cáncer de vejiga se ha diseminado más allá de la vejiga y afecta a otros órganos. 

Los tratamientos quirúrgicos disponibles para el cáncer de vejiga son la resección transuretral (RTU), un tratamiento que suele ser decisivo para tratar el cáncer de vejiga no invasivo menor y la cistectomía (extirpación del órgano). El enfoque terapéutico también incluye la posibilidad de intervenciones combinadas con  quimioterapia y radioterapia antes y después de la cirugía, o como una alternativa a este procedimiento, con la intención de preservar la vejiga en ciertos casos particulares. 

El tratamiento intravesical con agentes quimioterápicos es muy eficaz para tratar el carcinoma metastásico no invasivo. En el cáncer de vejiga en estadio avanzado, el enfoque terapéutico es la poliquimioterapia con varios fármacos.